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Desatando la creatividad

  • Foto del escritor: Judith Ordóñez Zazo
    Judith Ordóñez Zazo
  • 21 feb 2019
  • 1 Min. de lectura

Actualizado: 19 abr 2021

A decir verdad, nunca me he considerado talentosa en nada que tuviera que ver con lo artístico. Supongo que por cómo está configurado el plan de artes plásticas en el colegio, ni siquiera de pequeña llegué a confiar en mí. Y si acaso lo hice, rápidamente me hicieron creer que no era lo mío.


Recuerdo perfilar mis dibujos con línea negra, y que mi profesora me dijera que había estropeado el trabajo. Me gustaría haberme cuestionado en ese momento por qué me lo imponían así, quién decidía que eso no estaba bien y por qué luego me perjudicaba el expediente.


Es cierto que mi yo de hace años, la que se sentaba frente al televisor tratando de imitar a Jordi Cruz cada semana, habría apostado por sus creaciones y habría creído más en mí que quien escribe en este instante.


Con los años me sumergí en el mundo de la comunicación y hoy me doy cuenta de una cosa. Nunca me desligué de la vena creativa. Al final son maneras de expresarse, y actualmente hay millones de posibilidades.


El pasado verano saqué papel y lápiz y dejé que la inspiración se liberara. Me inicié con las témperas y al cabo de un tiempo estaba regalando dibujos (simples) a mi familia y amigos. De momento no es más que un hobby, pero me gusta la sensación que me produce. Aprendí a digitalizar mis bocetos, a disfrutar más. Y sin convertirse en nada profesional, hoy tan solo soy una entusiasta con ganas de aventurarme a cosas nuevas.


Siempre he admirado el talento que otros tenían. Lo único que ha cambiado es que ahora también he aprendido a querer lo que yo hago.




 
 
 

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